La inflación de enero sorprendió con una cifra de 2,2%, la más baja desde julio de 2020, según informó el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec). Este dato, que acumuló un 84,5% en los últimos doce meses, fue recibido con alivio por el Gobierno, pero no logra disipar las sombras que se ciernen sobre la economía argentina. Aunque la desaceleración es evidente, los niveles siguen siendo alarmantes para cualquier estándar internacional y el costo de vida continúa siendo una pesada carga para los hogares.
Sin embargo, el análisis más profundo revela que, pese a la merma, los precios se mantienen en niveles peligrosamente altos. Un 84,5% interanual sigue siendo una cifra incompatible con una economía sana, y la baja momentánea no logra compensar el deterioro acumulado en el poder adquisitivo de la población.
El rubro de Restaurantes y Hoteles, con un alza del 5,3%, lideró los aumentos, empujado por la temporada veraniega. Vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles mostró una suba del 4%, dejando entrever la presión que sigue ejerciendo la actualización de tarifas. Alimentos y bebidas no alcohólicas subió 1,8%, una cifra que, si bien parece moderada, incide de forma directa en los sectores de menores ingresos. La baja en el rubro Prendas de vestir y calzado (-0,7%) y el leve incremento en Educación (0,5%) sirvieron como amortiguadores, pero no alcanzaron para contrarrestar el peso de los aumentos en servicios esenciales
El Gobierno se aferra a la perspectiva de que la inflación continuará bajando. Sin embargo, la percepción en los hogares aún se encuentra lejos de reflejar ese optimismo oficial e incluso es negado por distintos estudios. Estos indican una caída del orden del 8% en los salarios reales y la ausencia del impacto en la liberación de tarifas y servicios en los métodos de medición del INDEC.
Contraste.
El contraste entre las cifras del INDEC y otros relevamientos refuerza las dudas sobre la verdadera dimensión del fenómeno inflacionario. El Instituto de Estadística de los Trabajadores (IET) midió un aumento del 2,5% en enero, con mayor impacto en los hogares de ingresos medios y altos. En la Ciudad de Buenos Aires, el IPC local marcó 3,1% mensual y 100,6% interanual, evidenciando la disparidad según la metodología utilizada.
El exministro Nicolás Trotta advirtió sobre una posible subestimación en los datos oficiales debido a la baja ponderación de los servicios públicos en el índice nacional, lo que explicaría en parte la brecha con los registros porteños. Estas divergencias alimentan el escepticismo sobre la verdadera capacidad del proceso de desinflación para aliviar las tensiones estructurales que aquejan a la economía.
Los niveles inflacionarios actuales, en otros países, activarán señales de alarma. La meta de normalizar la economía sigue siendo un horizonte lejano, mientras no está claro que exista una recuperación del poder adquisitivo. Incluso la caída interanual de ventas minoristas niega esta afirmación del gobierno libertario.
Por su parte, las expectativas de precios aún se mantienen por encima de lo deseable. La merma es visible; la estabilidad, en cambio, continúa siendo esquiva.