Desde su independencia del Imperio Británico en 1947, India y Pakistán han mantenido una relación marcada por conflictos, tensiones fronterizas y la amenaza latente de un enfrentamiento nuclear. Los recientes choques armados en la región de Cachemira reavivan viejas heridas y muestran cómo las raíces históricas del enfrentamiento siguen vigentes casi ocho décadas después.
La partición del Raj británico fue uno de los procesos de descolonización más caóticos y sangrientos del siglo XX. El 14 de agosto de 1947 nació Pakistán, concebido como un Estado para los musulmanes del subcontinente, mientras que India surgía como un Estado mayoritariamente hindú, aunque con importantes minorías musulmanas, sij y otras. La línea de partición, dibujada apresuradamente por el abogado británico Cyril Radcliffe, dividió no sólo territorios sino también comunidades, familias, economías y centros religiosos.
El proceso provocó una ola de desplazamientos forzados: más de 15 millones de personas cruzaron las fronteras recién trazadas, musulmanes hacia el oeste (Pakistán) y el este (Pakistán Oriental, actual Bangladesh), hindúes y sijs hacia el centro y sur de India. La violencia dejó un saldo estimado de entre 500.000 y 2 millones de muertos. Desde el principio, Cachemira, un principado de mayoría musulmana gobernado por un maharajá hindú, se convirtió en el epicentro de disputas.
El primer conflicto armado estalló en 1947-1948 cuando tribus armadas desde Pakistán Occidental cruzaron a Cachemira. India intervino militarmente y el resultado fue un alto el fuego mediado por Naciones Unidas, que dividió la región entre ambos países a través de la Línea de Control (LoC), pero sin resolver el estatus final. En 1965, nuevas infiltraciones pakistaníes provocaron la segunda guerra, mientras que en 1999 las incursiones de tropas pakistaníes en Kargil, en la Cachemira india, volvieron a llevar a las dos potencias al borde del conflicto abierto.
El tercer episodio bélico, en 1971, tuvo otro escenario: Pakistán Oriental, una región de lengua bengalí que se rebeló contra el gobierno central de Islamabad. La represión paquistaní fue brutal y generó una crisis humanitaria que desplazó a millones de refugiados hacia India. El gobierno de Indira Gandhi decidió intervenir militarmente, apoyando a los rebeldes y provocando la rendición de Pakistán en menos de dos semanas. El resultado fue la creación del nuevo Estado independiente de Bangladesh, un golpe estratégico y simbólico para Pakistán.
Peligro nuclear.
Si bien estas guerras dejaron cicatrices profundas, el mayor factor de preocupación en el escenario internacional llegó en 1998, cuando ambos países realizaron pruebas nucleares exitosas: primero India, luego Pakistán en respuesta inmediata. Desde entonces, el equilibrio regional quedó condicionado por la existencia de arsenales atómicos. Según estimaciones de la Federation of American Scientists (FAS), India posee alrededor de 172 ojivas nucleares, mientras que Pakistán cuenta con unas 170, aunque algunos cálculos sugieren que Islamabad podría superar a Nueva Delhi en número total dentro de la próxima década.
La amenaza nuclear no se limita a un eventual intercambio directo. Estudios académicos, como el publicado por Alan Robock y Owen Brian Toon, advierten que incluso un conflicto nuclear limitado entre India y Pakistán, usando apenas una fracción de sus arsenales, podría causar entre 50 y 125 millones de muertos en los primeros días, colapsar la infraestructura regional y provocar un «invierno nuclear» que reduciría las temperaturas globales, dañaría las cosechas y desencadenaría una hambruna planetaria.
A pesar de que ambos países formalmente adhieren a una doctrina de disuasión, basada en la idea de destrucción mutua asegurada, las tensiones fronterizas y los grupos armados no estatales como los que operan en Cachemira elevan el riesgo de un conflicto inadvertido. Los analistas advierten que una escalada descontrolada, como la observada en las últimas semanas tras el atentado en Pahalgam, podría cruzar rápidamente los límites establecidos, dejando poco margen para la diplomacia.
La historia común de India y Pakistán, marcada por la violencia de la partición, la traumática separación de Bangladesh y la carrera armamentista nuclear, sigue proyectándose sobre el presente. Los líderes de ambas naciones enfrentan hoy no solo la responsabilidad de proteger sus fronteras, sino también la de evitar una catástrofe que, de estallar, tendría consecuencias para toda la humanidad.