La política provincial parece no tener grandes sobresaltos, sin embargo comienzan a insinuarse dificultades que trabajan de forma subterránea, lejos de las cámaras y flashes periodísticos.
Con una oposición sin capacidad efectiva de condicionar las políticas de Alfredo Cornejo, ni hablar de disputarle el poder, una CGT acuerdista y las organizaciones sociales en capilla no parece haber grandes obstáculos externos para el gobernador.
Pero… no todo lo que brilla es oro y la política tiene mucho de disimular, de aparentar lo que no es.
Habitualmente la discusión sobre la sucesión de un gobernador se comienza a desarrollar pasadas las elecciones de medio término, que de alguna forma sirven como una suerte de prólogo para los realineamientos, quienes se logran imponer en las listas y por lo tanto quienes se perfilan con mejores chances para ocupar el sillón de San Martín. Todo esto pasando por el filtro más importante que es el de corroborarlo con la adhesión electoral.
La concentración de poder en una fuerza política y más particularmente en una persona, suele trasladar el campo de disputa hacia el interior. Es lo que está experimentando el oficialismo provincial.
Tal vez no sea tan evidente, pero Alfredo Cornejo, está retrocediendo en su dominio sobre el aparato radical y más en general sobre la influencia como gobernador. Una expresión de esto es el distanciamiento evidente que planteó Jose Valerio en distintas situaciones. La mayoría oficialista se rompió dando lugar a la incertidumbre y la pérdida del control férreo por parte del Cornejismo sobre la Corte. Habrá que ver como se resuelve la sustitución de Pedro Llorente, en principio por Norma Llatser. De todos modos no garantiza retomar el control ferrero, pero un desliz en el senado puede significar una pérdida mayor de poder sobre la justicia.
La relación con los municipios aparece cada vez más complicada, la división en la base radical de los municipios que gobiernan se palpa en cada vez más. Hasta el mismo Diego Costarelli, niño mimado del gobernador, se anima a poner el grito en el cielo. Es evidente que el disciplinamiento “desde arriba hacia abajo” no es lo que era y a duras penas alcanza para contener, o lo que es lo mismo en este caso, evitar la “guerra civil”.
No obstante, el factor más importante es la presencia de dos pesos pesados jugando en las filas del oficialismo. Por un lado Luis Petri, con un alto perfil, habiendo hecho una buena elección interna y siendo ministro del «fenómeno barrial» Milei, del otro lado Ulpiano Suarez, que cuenta con una gestión prolija de la capital, un largo trabajo de instalación y sobre todo con una estructura que le da un plus sobre Petri.
Ninguno de los dos son devotos del gobernador, ninguno de los dos se pasa de la raya, pero hacen su juego. Los dos sienten que tienen el sillón de San Martín al alcance de la mano, pero que no pueden cometer errores. Al mismo tiempo los cuadros medios, que llegaron a donde están de la mano de Cornejo, comienzan a dialogar a en varias direcciones, sin romper el diálogo con “el Alfredo” son conscientes de que deben tender puentes para mantenerse en el próximo esquema de poder que ya se está discutiendo.