La incorporación de la serie estadounidense “Tuttle Twins” en la programación de Paka Paka, como reemplazo de “La asombrosa excursión de Zamba”, no es un hecho menor ni se trata meramente de una elección estética o programática. Es una acción deliberada, con pretensiones ideológicas profundas, que busca disputar desde la infancia el sentido común dominante sobre el Estado, la justicia social, la historia nacional y la cuestión de la soberanía en una nación periférica como la Argentina. Pero este intento, enmarcado dentro del proyecto político de la actual presidencia de Javier Milei, está condenado al fracaso. Y lo está no solo porque el producto que busca instalar es culturalmente ajeno y doctrinariamente rígido, sino porque desconoce de forma burda la estructura histórica, económica y social sobre la que se erigen las experiencias populares argentinas.
Dependencia histórica y los límites del nacionalismo.
Desde sus orígenes, Argentina fue una nación marcada por la dependencia. A la dominación colonial española le sucedió una independencia formal, pero subordinada económicamente al capital británico en el siglo XIX y al dominio financiero-industrial estadounidense desde mediados del XX. Este condicionamiento externo dio forma a una estructura social atravesada por las tensiones entre las clases y el capital extranjero. Sobre esta disputa es que se fueron formando distintas concepciones sobre la soberanía.
En ese marco, cierta experiencia histórica de cuño nacionalista intentó construir una vía de desarrollo autónomo —con sus límites y contradicciones— pero chocó con un mundo ya repartido. Igualmente, no debe ser leída como una experiencia oportunista o populista, sino como alternativas de expresiones parciales y progresivas en una correlación de fuerzas determinada. Esta experiencia buscó consolidar un empresariado nacional que dispute, de igual a igual, los mercados internacionales con las naciones centrales. Este objetivo se tradujo en promover la industria y desarrollar la educación pública, el trabajo como valores sociales.
El límite para un desarrollo nacional autónomo fue que justamente se mantuvo dentro de los márgenes del capitalismo dependiente y sin alterar las bases materiales de producción. Prevaleció la defección de esta experiencia ante la presión imperialista y los intereses de las clases dominantes.
Sin embargo, estas iniciativas aportan a una tradición popular que, aunque desigual y tensionada, conserva elementos valiosos para una conciencia crítica. La serie Zamba recoge parte de ese legado y lo vuelve accesible al público infantil: en sus capítulos, la historia no es solo una cronología de fechas sino un campo de disputa, donde los intereses de los pueblos se contraponen con los de las élites, y donde conceptos como justicia, igualdad o soberanía adquieren un sentido pedagógico vinculado a la experiencia concreta de las mayorías populares. No es una pieza de marketing ni una operación ideológica disfrazada de neutralidad, sino un producto que surge de una experiencia concreta de lucha y organización de gran parte del pueblo argentino.
Tuttle Twins: doctrina libertaria para niños
En contraposición, Tuttle Twins es una producción anglosajona, de matriz ideológica libertaria y fuerte sesgo evangélico, que busca trasladar a un público infantil los fundamentos del pensamiento de autores como Hayek, Mises y Bastiat. La serie promueve una visión de mundo donde el Estado es inherentemente opresivo, los impuestos son una forma de saqueo, la cooperación voluntaria debe reemplazar la regulación estatal, y el mercado es el único mecanismo legítimo de organización social.
En la Argentina, esa visión es no sólo ajena, sino profundamente hostil a la experiencia histórica de las mayorías populares que, incluso en contextos neoliberales, han defendido —no sin ambivalencias— al Estado como garante de derechos básicos.
Los libertarios reniegan de lo opresivo del Estado cuando se trata de movilidad del capital, pero no cuando sus recursos son utilizados para amedrentar los reclamos populares. Esto pinta de cuerpo entero la concepción.
El gobierno de Milei, al impulsar esta sustitución, no sólo pone de manifiesto su desprecio por la experiencia nacional, sino también una incomprensión estructural de los límites reales de la penetración ideológica libertaria en el país.
A diferencia de Estados Unidos, donde la tradición del individualismo propietario tiene una raigambre fundacional (Locke, Jefferson, la ética protestante del self-made man), en Argentina – y más ampliamente en América Latina – el lazo social se ha construido históricamente en conflicto con las naciones centrales. Los grandes movimientos populares del continente han colocado al Estado en un lugar distinto al que pretende Milei, y eso ha sido reconocido incluso por sectores que no se identifican con proyectos nacionalistas.
La idea de “pueblo” o “nación” remite a lo colectivo, por más que existan contradicciones internas, y choca con la noción de individuo aislado como base de la organización social.
La operación simbólica: sustituir historia por doctrina
Incluso la conflictividad histórica con las potencias centrales (como la disputa por Malvinas y el rol de EE.UU. durante la guerra de 1982) ha generado expresiones de rechazo popular que pueden adquirir formas nacionalistas. Ese nacionalismo, aunque limitado en su horizonte de transformación, expresa una resistencia parcial a la subordinación imperial.
Orgullo por la universidad pública, respeto por los científicos y deportistas que «ponen en alto a la Argentina», o la identidad construida a través del fútbol, condensan una conciencia popular en disputa, que debe ser superada dialécticamente hacia una visión verdaderamente emancipadora y socialista.
Cuesta pensar a una maestra explicando lo mal que hizo Guillermo Brown en la Vuelta de Obligado o lo equivocado que estaba San Martín. No es una exageración, pues todos pudimos escuchar a Marras, cuando era uno de los pilares de Milei, explicar que los españoles eran los buenos.
Por ello, el intento de sustituir a Zamba por Tuttle Twins no se limita a un cambio de programación: implica una disputa por la subjetividad, por la forma de pensar la historia, el rol del Estado y el sentido del bien común.
Sin condiciones para una nueva hegemonía
Pero esta operación tropieza con un límite material, cultural y simbólico. Desde una perspectiva gramsciana, se podría decir que el gobierno busca construir una nueva hegemonía sin tener las condiciones objetivas ni subjetivas para hacerlo. No hay bloque histórico dispuesto a sostener esa visión, ni materialidad social que la legitime.
Lo que existe es una burguesía nacional tilinga que oscila entre negocios con el capital extranjero y el proteccionismo según la coyuntura, pero que en cualquier caso no expresa los intereses de fondo del pueblo trabajador.
Cuando Milei habla de destruir el Estado, no se refiere a una sociedad sin Estado, sino a la subordinación del Estado argentino a una potencia central: la entrega del control económico mediante la sustitución del Banco Central por la Reserva Federal de EE.UU. o la eliminación de las fuerzas armadas reemplazadas por la cuarta flota. Esto explica su política frente a Malvinas.
Por otra parte, la operación es estratégicamente defectuosa. Aun si se impusiera la lógica del mercado en los contenidos infantiles, Tuttle Twins no es un producto competitivo. No cuenta con anclaje cultural local ni con referencias simbólicas resignificables por los públicos infantiles.
Es un producto exógeno, rígido y doctrinario, lo que lo vuelve poco digerible incluso para quienes simpatizan con las ideas libertarias en abstracto. El propio Friedrich Hayek, en su ensayo “Por qué no soy conservador”, advertía contra la imposición dogmática de ideas económicas, reconociendo que las condiciones institucionales y culturales son determinantes para su implementación. Aquí, esas condiciones brillan por su ausencia.
¿La transformación del estado?
Finalmente, este episodio no es un hecho aislado. Se inscribe en un intento más amplio del gobierno de Milei de transformación integral del Estado, lo cual requiere una modificación de fondo de todas las relaciones sociales, políticas y económicas del país.
¿Por qué encuentra eco para ganar una elección? Porque claramente el Estado actual no está garantizando derechos básicos como lo hizo en el pasado. El Estado no es neutral: expresa relaciones de fuerza y, sobre todo, una estructura de clase. Hasta ahora, el proyecto libertario viene fracasando desde el punto de vista estratégico.
Se desprestigia la historia oficial, se criminaliza la protesta, se desfinancia la universidad pública, se demoniza a los sindicatos, se banaliza el terrorismo de Estado, todo montado sobre críticas que tienen un arraigo popular real: los límites que impone la burocracia sindical a la organización de los trabajadores o el sistemático deterioro de la educación pública.
Pero todos estos movimientos, en lugar de construir hegemonía, generan resistencia como fue el caso de las grandes movilizaciones en defensa de la universidad.
El futuro sigue escribiéndose
El proyecto libertario, al igual que su expresión animada en Tuttle Twins, choca contra una tradición popular que, con todos sus límites, sigue reconociéndose en valores colectivos y en el rechazo a la opresión.
Por eso, esta apuesta está condenada al fracaso: porque desconoce, pero sobre todo desprecia, la historia, la cultura y la estructura social sobre la que pretende imponerse. Porque intenta sustituir un proceso sedimentado con una fórmula exógena. Porque olvida que los pueblos no son pizarras en blanco.
La subjetividad popular no es un mero reflejo de los medios: es también experiencia, memoria, conflicto y deseo.Mientras haya niños que crezcan aprendiendo a escribir en una escuela pública, que escuchen de sus abuelos lo que fue la dictadura, o que vean a sus madres luchar en una asamblea barrial, la historia de Zamba seguirá presente más que cualquier ficción importada.
Es aquí donde anida el germen de una verdadera transformación que reorganice la nación en función de las mayorías.